¿Qué le ve una mujer a un concierto de Jazz?, Parte II
II
No quiero que se me acuse de bribón —Y espero que tampoco se me tache de acometer falsas modestias—, así que quiero declarar que no soy ningún experto en lo que se refiere al Jazz; solo he escuchado al camaleón sonoro desde hace algunos años, y he leído una que otra impresión o percepción en revistas o en la atarraya. Y sí, escuché muchas veces el programa de Roberto Rodríguez Silva cuando todavíala HJCK se podía encontrar en la radio FM, y sí, he buscado y escarbado nombres de subgéneros, de músicos famosos, aspectos de la historia del Jazz, retazos, ideas variadas. Pero eso no me convierte en un conocedor del Jazz, en lo absoluto. Ni más faltaba. Y eso es una ventaja, pues me permite ser más abierto a las nuevas formas que cada día va adquiriendo este ser que parece vivo. Y de esta forma se que todo lo que yo viva con el Jazz es algo mío; mi vivencia es mi tesoro, la formación y recreación de mi mundo, lo que por sí mismo me parece ya muy valioso. Me imagino que aquellos que también son tocados de alguna manera por el Jazz tienen también sus formas propias de disfrute. Y eso está bien, porque este arte sonoro es, desde el momento en el que el músico comienza a improvisar, una declaración de individualidad, de algo de egoísmo: por más rara que suene esa palabra última en este contexto, su presencia en la comprensión del modo de sentir de un amante del Camaleón Sonoro es algo inapelable. Porque el egoísmo (sea secreto o no, poco importa) de quienes aman esta música y la perciben a su modo es algo fundamental, es sano, es básico. Y es algo que se debe dar tanto en hombres como mujeres, si es que quieren tener una buena Experiencia Jazzera. O eso es, al menos, lo que quiero y me permito pensar. Y claro, por fortuna esto no es lo único que pienso del asunto.
No quiero que se me acuse de bribón —Y espero que tampoco se me tache de acometer falsas modestias—, así que quiero declarar que no soy ningún experto en lo que se refiere al Jazz; solo he escuchado al camaleón sonoro desde hace algunos años, y he leído una que otra impresión o percepción en revistas o en la atarraya. Y sí, escuché muchas veces el programa de Roberto Rodríguez Silva cuando todavía
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