sábado, enero 23, 2010

¿Descaro?

Estoy en un blog aparte de éste.

NO se si comentar eso sea un descaro, si sea esa una insulsa intentona en busca de lectores, no se si por el contrario tal acto no sea algo del otro mundo y esté exagerando con ánimos de rasgarme las ropas del desespero, pero no importa mucho; además, me gustaría comenzar a hacer un puente entre ambos elementos, quizá en un futuro eso me sirva. De todos modos será un puente muy pequeño, sutil, escondido entre las montañas, para que le sirva de acceso a los que realmente quieran.

Bueno, lo del puente de pronto es pura falacia. Mencioné eso pero realmente hice el puente porque quise.

Debo aprender a confiar más en esa razón. O al menos saber cuándo no estoy exagerando.


domingo, enero 17, 2010

Tercer experimento de escritura sin mente

Hay un pelo en la barra espaciadora de mi teclado. Había un pelo en la barra espaciadora de mi teclado. Lo he quitado. Ya no está. Ha desaparecido en algún rincón del suelo. Ahora puedo concentrarme en el teclado. Estoy usando un teclado de marca Microsoft. No agrego ningún link de Microsoft porque no es de manera alguna necesario. Estoy de acuerdo con lo que acabo de escribir. Intento nuevamente escribir en tiempo real. Soy consciente de que probablemente esto se haya hecho antes. Lo de escribir en algo que yo llamo escribir en tiempo real, y lo de utilizar únicamente puntos seguidos. No es algo que me preocupe mucho ahora. Acabo de incluir la primera coma de este texto. No es una falta muy grave, aunque podría haberlo impedido. Ahí va la segunda coma que dejo pasar a este texto. Espero que esto no se convierta en un veraneadero de comas, porque créanlo ellas o no esto no es un veraneadero de comas. Oh, una coma más. Y otra recién llegada. Esto ya comienza a inquietarme. Por lo menos hay más puntos seguidos. Al ser este un texto auto referencial y escrito, según mi perspectiva, en tiempo real, puedo detenerme un momento y contar los puntos seguidos hasta ahora. Para añadir algo de información, cuando yo arbitrariamente hablo de escribir en tiempo real me refiero a hacer explícitas mis ideas y decisiones que tomo sobre el texto al momento de escribirlo. Así, cuando por ejemplo expreso que puedo detenerme un momento a contar el número de puntos seguidos que he incluido hasta el momento en este texto cuya frase actual ya se está extendiendo más de lo debido sin coma alguna, sugiero al lector que, en el momento de escribir este conjunto majadero aunque divertido de palabras, tomé la decisión de contar, en efecto, el número de puntos seguidos que he incluido hasta ahora, el cual ha aumentado desde la primera vez que mencioné mis intenciones de hacerlo. Van, por ahora, si la herramienta de buscar del Word 2007 no me engaña y si la he usado bien, van hasta ahora 25 puntos seguidos. 26 puntos seguidos. 27, con este que acaba de llegar. No pienso contarlos más, me centraría mucho en ellos y eso sería muy estúpido para lo que pretendo con este texto. 28: ahora sí, lo prometo, no cuento más, a pesar de que, pensándolo mejor, este texto ya tiene de por sí muchas estupideces. No es nada contra mí o algo parecido, así que no se preocupen por mí los posibles lectores terapeutas. Vaya, ahora que me detengo físicamente (me detengo físicamente y hago aparecer por primera vez los paréntesis en el proceso, profetizando [acabo de crear el futuro y sé lo que digo] que no será la última vez que lo haga), veo que el bodoque se está haciendo extenso, lo que hace probable la posibilidad de que este texto sea difícil de leer, como suele suceder con los textos de párrafos muy grandes. Cuando esto pasa, y si no se maneja adecuadamente (como sí lo habrá hecho Gabo) el texto se convierte en un marisma de información, cosas que recordar, subtextos, intertextos, pretextos, contratextos, ideas y afectos, un bombardeo seguido para el cerebro y los ojos, y que puede representar un peligro para el mismo texto. Peligro de abandono, para ser exactos. Debo admitirlo: este texto me está dando mucha diversión y no me quiere soltar, y no se por tanto si este párrafo va a crecer sin mesura (me gusta la palabra mesura, sobre todo cuando lleva el prefijo des-) para convertirse en un monstruo gigante y abandonable. ¿Será ese el reflejo o la proyección de un miedo propio? ¿Miedo a verme yo abandonado si alguien abandona lo que con perversos esfuerzos he realizado aquí? Diablos, ahora aparecieron los signos de interrogación. Y en dos pares. Y ahora que me doy cuenta la puesta en escena de los famosos jorobados no hace sino evidenciar que esto se ha vuelto un veraneadero. Y no sólo de comas, esos apuestos e inteligentes jovencillos cuya presencia en la escritura es importante y en extremo inevitable, pero que quería evitar aquí por tratarse de una especie de juego, no muy original pero sí necesario por el hecho de haberme dado cuenta de que yo no lo había realizado y que deseaba hacerlo, si no de (rayos, lo anterior necesitaba un buen paréntesis que, por lo visto, llegó tarde y apareció aquí, en el momento menos oportuno y cuando más puede y quiere complicar las cosas... como si el párrafo dantesco no fuera ya un problema para el pobre lector o lectora que tuvo el desconcierto de leerme [porque si de algo estamos convencidos es de que el texto escrito con ínfulas de ser incluido en el ámbito literario es, en la mayoría de los casos, un referente autobiográfico, lo que hace que afirmar que me están leyendo alcanza, al menos en mi subjetivo y dudosamente humilde concepto, es algo válido y poco discutible]... como decía [oh, te damos gracias puntos suspensivos, por tratar de ayudar a desenredar las cosas entre el lector y yo con tus oportunas intervenciones ante el ataque repentino de estos corchetes], como si no fuera un problema para el lector o lectora que me esté leyendo ahora [no me disculparé por la redundancia; han de conformarse con el señalamiento que hago de la misma] el lidiar con un párrafo tan inmenso [y con un número creciente de corchetes dentro del gigantesco paréntesis que, para añadir, son cada vez más extensos, lo que agita más las cosas] que puede hacerle pensar en un acto decididamente intensional, adrede y a gusto [como el error de ortografía que acabo de dejar palabras atrás, y que señalé de la misma forma por dos razones: una, que cometí la falta de ortografía en la palabra señalada por mero error humano, por lo que decidí que debía hacer notar que ese error sí tuvo un origen no intencional, cosa que estoy aclarando ahora, y segunda, porque, tal y como el lector o lectora que me sigue acompañando en estos momentos de turbio enredo textual habrá podido darse cuenta {y añado este par de llaves para declarar que me perdonará el lector si con lo que estoy expresando puedo hacerle pensar que quiero hacerle sugerir que dudo en ciertos momentos de su inteligencia, pero precisamente a estas bajuras del partido no pretendo ser muy amable que digamos... caramba, ¡El querer no me lo permite!}, puedo hacerlo porque me da la gana] de extender este párrafo lo más que se pueda, incluso si su escritura se dificulta por la cantidad enorme de conexiones que debo cuidar, las veces muchas que tengo que irme atrás en partes específicas del párrafo para conseguir un grado mínimo de elocuencia y coherencia en todo este descarado embrollo, las acotaciones nuevas que van llegando todas de golpe [acabo de mentirles, pues las acotaciones aquí llegan en cascada] y... bueno, la revisión continua en busca de errores ortográficos, puntuación e incoherencias que realizo constantemente cada dos o cinco líneas que emergen de mis dedos, que provoca el olvido de más razones por las cuales me es difícil escribir y mantener un párrafo tan disparatado y enorme, dudosamente original como he mencionado antes, pero estimulante de alguna manera para el que escribe... Ahh, sí, el esperado cierre del paréntesis más inoportuno e imprudente que he permitido, que llegará a ustedes en el instante inmediata y milimétricamente posterior al final de la escritura de la palabra ya)... bueno, ya lo vieron, esto se volvió un veraneadero y un descaradeadero de toda clase de signos de puntuación, un patio de juegos y bromas saladas, una sala indefinida de descanso y una fuente de burlicia enorme. Y lo único que pude hacer fue integrarme a la fiesta y seguirles el juego, haciendo un uso juguetón y malicioso de las palabras, inventando conjugaciones y neologismos (como aquel hilarante personaje del cuento de Baldomero Lillo), verbizando y adjetivizando sustantivos, infestando el texto de adverbios con intenciones de generar enredo, gerundiando por aquí y por allá como un poseendo por los espíritus de los gerundios ([NO HAN DE TEMER: LOS PARÉNTESIS Y CORCHETES DEMASIADO LARGOS NO VOLVERÁN, ¡PORQUE ASÍ LO DICEN LOS SIGNOS DE ADMIRACIÓN!] ese último lo inventé justo después de señalar el uso abundante de gerundios que, aunque he tratado de evitar en este párrafototote, se me han colado y juntado al desorden) y permitiéndoles el enredo del paréntesis henchido de corchetes y un par de llaves.

Y todo por un pelo en la barra espaciadora de mi teclado.

Menuda forma de darme fin.

Qué "original"...

Pero qué entretenido, no me canso de afirmarlo.


Y sí, todo por un pelo.



De la barra espaciadora de mi teclado.




Y digo "mi teclado" cuando en realidad, en el momento actual en el que vivo, no es sólo mío.





Qué descarado.






Je ne t'aime plus, concepto bobo de escribir en tiempo real.







No, no es cierto.