viernes, octubre 16, 2009

¿Qué le ve una mujer a un concierto de Jazz?, Parte I

Pues sí, después de más de un año, volví. Dejo ahora, por partes, un pequeño escrito que fue parte de un reto con un amigo, que —no sobra decir— gané sin muchas discusiones. Más adelante hablo un poco de aquel evento.



¿Qué le ve una mujer a un concierto de Jazz?


I


Se dice que los seres humanos tenemos derecho a quejarnos, así que espero que no les sorprenda si inicio este despropósito de texto con una queja, que no es otra cosa sino el ejercicio de ese derecho tan conveniente para todos. Y es que desde un principio supe que me estaba poniendo en una situación espinosa con esto. Hablar de las mujeres, sea cual sea el color, el sabor o la textura del tópico es, para mi concepto (o para mis miedos latentes, no tengo muchas ganas de averiguarlo ahora), un asunto peliagudo, en cualquier parte del universo y en cualquier momento de la historia de nuestro desprotegido género masculino. Hablar de Jazz (del género musical, que no del juego tradicional colombiano, valga la aclaración y el malogrado chascarrillo) no es menos complicado: se necesita mucho tiempo de entrega a su escucha, análisis y comprensión para poder decir algo más decente y sincero que los lugares comunes del estilo de “Cielos, Coltrane es bueno y Parker y Monk y Taylor también”, y al mismo tiempo se necesita ser lo suficientemente despreocupado como para no creerle a ningún crítico cítrico, ni dejarse llevar por pedantes demostraciones de saber académico de unos cuantos melómanos, a riesgo de perder la sensibilidad por ése tema que nos gustó porque sí, porque nos llegó a donde nos debía llegar. Ahora bien, sumemos ambos temas, y tendremos un laberinto sin cómodo regreso. Ahí me metí yo, sin más hilos de Ariadna que los de la opinión, y más asustado que una vaca camino al matadero. Y todo por aceptar ese reto. Pero no importa, de todos modos vale la pena intentarlo. Además es posible que mi contendor también haya tenido esa angustia que tuve. O puede que no, que solo yo la haya sentido, cosa que tampoco me importa, pues ya tuve mi desahogo. Gracias por comprender, o al menos por no dejar que la furia los carcoma y se les reviente una vena de la cara por leer mis quejas.

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