jueves, junio 26, 2008

La libreta y las velas, parte VII

VII

Cuando fui al baño y esperé a que lo desocuparan, hice un paneo rápido en busca de algún conocido y algún puesto vacío. Contemplé la posibilidad de ocupar el hipotético asiento, guardar la libreta y dejar este intento de crónica en este estado de congelación. Nada, solo alguien que se parecía a alguien, dos muchachos que se parecían a otros dos muchachos, y ya. No me sentí mal, pues en ese momento ya me estaba aclimatando. Sin embargo, pude ver en ese paneo (que abarcó una buena parte del cafetín, no, casi todo el cafetín) los micromundos, las islas en lugar de mesas, con los clientes hablando de lo que sea, en completa independencia de su medio, solamente abriendo la entrada al pedir una cerveza o al llegar algún amigo des espacio exterior, cerrándolo de inmediato para seguir con la rochela. Me di cuenta que no había diferencia entre ellos y yo, incluso si estoy solo (¡estoy todavía solo!) y con una libreta fea, anotando carajadas. El micromundo que tengo tiene lo que necesito; no me incomoda lo que haya allí afuera, ni las risotadas, ni la música en volumen anti tertulia, ni el olor estúpido a cigarrillo, y solo marcará mi final el hecho de que ahora no tengo más dinero y que sin tinto comenzarán a verme feo y a ignorarme, presionando, sin ellos saberlo, para que me vaya de aquí… aunque se que esto no solo me pasa a mí, pues a cualquiera de los habitantes de estos micromundos les puede ocurrir que sus créditos para suministros se agoten, y se tengan que ir de esta galaxia, donde correrán el riesgo de quedar ‘desparchados’. Jeje, interesante.

No hay comentarios.: