miércoles, junio 11, 2008

La libreta y las velas, parte IV

IV

Parece que aun no se han dado cuenta de que probablemente el único señorito de todo el maldito café que necesita una vela prendida en la mesa todavía no tiene un ejemplar a su lado derecho (si la ponen al lado izquierdo se puede caer). Es culpa de mi crianza: mi padre no pide a gritos las cosas cuando no se las traen a tiempo (al menos en cuanto a los restaurantes), solo se queja con los que le acompañan y al final dice que no vuelve a “ése sitio donde son tan groseros”. Me pasa igual, aunque yo no me quejo con otros, total, es mi responsabilidad si no me quejo. Supongo que en ese caso debería haber buscado una forma de llamar la atención menos extraña que la de ahora, iluminando la libretita con la linterna, escribiéndole encima, desesperado. Si la hubiera pedido hace un rato ya la tendría en estos momentos en mi mesa, y entonces ya no tendría que escribir sobre esto. Bah, no me importa, no me incomoda mucho. Bueno, tal vez un poco, pues ahora mi mano derecha se está agotando por sostener la linterna-celular y está sudando; también yo estoy sudando; la libreta se me mueve con cada rápido lapicerazo; y ahora siento que los presentes me miran a hurtadillas y se están burlando del loquito que escribe y escribe como un loquito. Anuncio en tiempo real, señoritas y señoritos (tanto por condición como por convicción), me estoy cansando. Cansando y temblando. Voy a pedir una vela, carajo.

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