Lo lo malo y lo bueno de "pasar derecho"
Este texto lo escribí hace poco, a eso de las 2 y 30 de la mañana, minutos antes de romper el hechizo de no poder dormir. La transcripción del texto desde el papel está casi “cruda”, es decir, apenas hice algunas correcciones de estilo y gramática, con el ánimo de que pueda apreciarse la clase de cosas que un insomne accidental escribe cuando la mente exige sueño pero la mano pide un informe de la locura que se ha vivido. Tal vez me dé la gana de ampliarlo y hacer una versión más trabajada.
(Lo malo y lo bueno de “pasar derecho”)
Lo malo de pasar dos días durmiendo precariamente, es que te das cuenta de lo largos que son en verdad los días, y de cómo es tan vasto su territorio que tus recuerdos de esos días de vigilia casi constante se fragmentan y se pierden. Y aunque olvidar no es una actividad despreciable, por desgracia la selectividad del azar actúa en tu contra, y sólo te deja el pensamiento más angustiante: el de estar viviendo las horas del lado prohibido, y ser consciente de ello, sufriendo (sin sufrir realmente empero) por la verdadera longitud del tiempo; ¿Una muestra de lo eterno quizá? Suena exagerado, pero de ser verdad, sólo basta que intentes dormir menos de 4 horas (repártelas como quieras) en tres días, para darte cuenta que los seres humanos no estamos listos para lo infinito.
Lo bueno de dormir muy poco en muchos días, o más exactamente, de pasar una cantidad de horas en exceso sin dormir, es la esperanza de poder abrazar el sueño, esperanza que se transforma en deseo (aunque a veces pienso que son la misma cosa) cuando el dormir se vuelve una realidad cada vez más aplazada, y que va aumentando según se consolida la demora, hasta convertir la sola espera por encontrar una cama en una fuente de placer, fuente peligrosa en horas de fuerte vigilia, pero de recompensa sabrosa.